MIGUEL PANADÉS/ÁREA DE COMUNICACIÓN FEB

La demostración de calidad y carácter de Rivas Ecópolis en el primer partido de la serie no ofrece dudas y merece un unánime reconocimiento a todos y cada uno de los integrantes de la plantilla, desde la jugadora que más estuvo en pista a la que ni siquiera la pisó y por supuesto a todo un cuerpo técnico que supo gestionar adecuadamente el antes, el durante y el después de este primer asalto al título. Pero me van a permitir que dentro de esa suma de alabanzas individuales y colectivas focalice la atención en dos jugadoras cuya labor, por números y por intangibles, las considero fundamentales en el primer éxito parcial del conjunto madrileño: Gaby Ocete y Laura Nicholls.

La Liga Femenina nos está ofreciendo un continuo muestrario de bases, de líderes en pista que quizás por coincidencias generacionales con otras grandes jugadoras en su misma posición no han acaparado portadas y que sin embargo muestran un extraordinario conocimiento del oficio. Ocete es una base pequeña en estatura, quizás limitada en el tiro exterior, que puede verse superada en algún momento puntual por la envergadura de alguna de sus rivales y que, sin embargo, sabe convertirse en ese continuo motor y cerebro que debe ser un base para su equipo. En Salamanca supo gestionar de una manera admirable los diferentes ritmos, supo correr a por el balón hasta media pista para ordenar una acción de final de posesión, supo llevar el balón a las manos que las jugadoras referentes y tuvo la capacidad física y mental para estar siempre delante de su adversaria “pegándose” literalmente cuando Xargay la llevaba a postear y saltando a ayudas y recuperaciones haciendo gala de una piernas rápidas e intensas fundamentales para anticiparse.

Nicholls por su parte volvió a mostrar ese crecimiento continuo en su juego que le lleva a sumar a su brega constante y característica, a su dureza innata que le permite enfrentarse a cualquier pivot rival, una especial calidad en las finalizaciones. Nicholls llega siempre a los dos aros gracias a su deseo de estar siempre en el lugar donde sus compañeras la necesitan reboteando o intimidando y, con el balón, se convierte en una amenaza permanente porque tan pronto postea como tira desde media distancia y, con la defensa pendiente de ella, es capaz de leer situaciones de ventaja de sus compañeros pasando cada vez mejor. Hay un denominador común en ambas jugadoras y coincidente con todas sus compañeras en Rivas y es la capacidad para aceptar las batallas en todos los escenarios posibles y no dejar jamás  de estar a su límite de rendimiento, físico y mental.
En el primer partido de la serie final el factor mental de Rivas fue superior al de Perfumerías y, en consecuencia, los elogios ahora les corresponden a ellas e incluso ese teórico cartel de favoritas que cambia de bando. Esta liga esta siendo, desde su inicio hasta su desenlace, absolutamente apasionante y el sábado por la noche, en el segundo asalto de la final, todo puede pasar.