Cuatro equipos, cuatro grupos de trabajo, cuatro conjuntos de jugadoras y técnicos de diferentes perfiles, de diferentes niveles y características. Todas focalizan el objetivo en dar lo mejor de ellas mismas en un partido de semifinales que se convierte en la primera de las dos finales soñadas.
MIGUEL PANADÉS
Los técnicos diseccionan todos los aspectos influyentes en el juego, buscan los referentes propios y del adversario, prevén desde donde dañar la defensa rival y como solucionar tácticamente las desventajas que puedan tener ante un enemigo que buscará atacar debilidades. Diseñan planes A, B, incluso C porque cada partido es imprevisible en su inicio, en su desarrollo, en su desenlace. La experiencia enseña a no preconcebir un guión concreto porque el baloncesto, desde la realidad de la pista, se encarga muchas veces y de manera caprichosa de sorprender a propios y extraños con situaciones imprevistas. Parciales iniciales adversos o favorables, dinámicas positivas o negativas, jugadoras enchufadas desde el salto inicial o atenazadas por la responsabilidad de estar ante un reto mayor. Miradas perdidas o enfocadas, sensaciones de reto o de miedo, de felicidad o de presión. Todo un mar de sensaciones que se entremezclan desde el hotel de concentración, los vestuarios antes del partido, durante el calentamiento, en el banquillo, en la pista…
Es el baloncesto de las sensaciones, de los estímulos, de los intangibles que viajan por hilos casi invisibles y son capaces de alterar el rumbo de los partidos.
La tranquilidad interior de que esa palabra “miedo” que invade en los minutos anteriores al partido a técnicos y jugadoras se transforma en “reto”
La
Copa de la Reina, por las características de Final a Cuatro en la que no hay segundas oportunidades, depende de la táctica sí, del estado físico, también, pero de manera determinante y decisiva depende de los estados de ánimo, de ese factor psicológico a la que tantas veces se recurre desde la teoría y que cada vez de manera más decisiva se integra en la preparación de los equipos. Porque alcanzada la excelencia, llevado el baloncesto al último detalle de todos los aspectos que pueden ayudar al rendimiento de la jugadora, la mente se convierte en la herramienta clave, en el factor diferencial. Aunar confianza y atención fina, tener el punto justo de motivación sin pasarse por lo negativo que puede llegar a ser la sobrexcitación, visualizar experiencias positivas del pasado cerrando la puerta a esos malos recuerdos que se ha demostrado castigan la acción inmediata, saber utilizar la frase adecuada en cada caso, la mirada cómplice y amiga, el gesto necesario de implicación. Una suma de detalles en los que intervienen todos y todas, desde el cuerpo técnico, la directiva, el entorno y, por supuesto, esas jugadoras dueñas de su destino.
Sí, la psicología cada vez más se convierte en un elemento decisivo y diferencial, integrado en el juego y en su preparación como una ciencia más. La empatía táctica capaz de hacer sentir bien a la jugadora en aquella misión encomendada en la pista. La tranquilidad interior de que esa palabra “miedo” que invade en los minutos anteriores al partido a técnicos y jugadoras se transforma en “reto”, sí un reto que se afronta con la autoestima alta por sentir el privilegio de poder vivir una experiencia única, apasionante.